martes, 3 de julio de 2012

LA MONARQUÍA HISPÁNICA "LOS AUSTRIAS" S. XVI-XVII

La casa de los Austrias


I - GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO CON LOS AUSTRIAS.

            La monarquía de los Habsburgo aglutinó una serie de territorios con administraciones, leyes, instituciones e impuestos particulares y diferentes, donde ninguno de ellos estuvo constitucionalmente subordinado a otros.

            La CORONA aglutinaba los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, y se reservaba la política general del Estado, aunque para ello delegase en otras instituciones. En España teóricamente colaboraba con las CORTES, órgano representativo del reino, que en Castilla se ven relegadas a un segundo plano y en Aragón mantienen su protagonismo.

            En 1518 Carlos I nombró a Mercurino de Gattinara como GRAN CANCILLER de todos los dominios y reinos. Sin embargo este cargo desapareció en 1530 a la muerte de Gattinara, siendo la figura del Emperador el único elemento de unidad del Imperio

            Más importante fue la participación en el gobierno de los CONSEJOS, instituciones especializadas que actuaban con atribuciones consultivas y judiciales, y entre los que encontramos distintos tipos. Existía un Consejo de Estado formado por italianos, españoles y borgoñones, con una función claramente consultiva. Sin embargo era un órgano más bien honorífico, ineficaz como para convertirse en un organismo que diseñara una política imperial común. Había otra serie de consejos territoriales con funciones legales y administrativas cuyas competencias abarcaban los distintos reinos que conformaban la Monarquía como el Consejo de Castilla; de Aragón; de Navarra; de Flandes; de Italia; y de Portugal desde 1582 con su anexión por Felipe II. También aparecen Consejos administrativos con funciones más especializadas y con competencias sobre territorios más amplios como el Consejo de la Santa Inquisición, de Hacienda, de las Órdenes Militares, ó de Cruzada.
            Estos Consejos estaban compuestos mayoritariamente por miembros de la nobleza, el clero y letrados, en número variable entre 10 o 15 integrantes. El enlace entre estos Consejos y el Monarca se realizaba por mediación de los SECRETARIOS que presidían cada uno de los Consejos y que fueron figuras clave en el sistema de gobierno de los Habsburgo. Estos aportaban dinamismo y soluciones a la política imperial, preparaban el orden del día de las reuniones y eran responsables de la redacción de todos los documentos reales. En mucha ocasiones los Secretarios actuaron con independencia respecto de los propios Consejeros, cosa aceptada por los monarcas ante la necesidad de tomar decisiones con rapidez. Esto favoreció la ampliación de la autoridad de los Secretarios y la utilización de su poder e influencia para su enriquecimiento y el control de la política. Destacan figuras como Francisco de los Cobos, Secretario del Consejo de Hacienda con Carlos I; ó Rui Gomes de Silva y Antonio Pérez con Felipe II.

            A nivel territorial la Monarquía estuvo representada en cada territorio por un VIRREY, salvo en los Países Bajos donde la representación recayó en un GOBERNADOR GENERAL, destacando con Carlos I a su tía Margarita de Austria (1518-1530) y a María de Hungría (1531-1555). Con Carlos I el territorio alemán perteneció a la Monarquía Hispánica y se vinculó su gobierno a Fernando de Austria, hermano del Emperador.
            Tras la muerte de Felipe II se produjo una merma de la influencia personal de los reyes. La institución monárquica siguió siendo respetada y aceptada, pero sus titulares, por falta de talento o voluntad, renunciaron desde entonces a ejercer personalmente el poder. Los Asturias Menores, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, nunca manifestaron interés por los problemas políticos y delegaron sus funciones a privados o VALIDOS. Entre los validos podemos destacar al Duque de Lerma con Felipe III; al Conde Duque de Olivares y a don Luis de Haro con Felipe IV; y a Francisco Valenzuela y al Duque de Medinaceli con Carlos II. La figura de los Validos significó un cambio radical con respecto al gobierno de los Austrias Mayores, ya que representó la victoria de la aristocracia latifundista en el control del poder.

            El gobierno aún quedó encomendado a los Consejos, pero también se constituyeron JUNTAS para casos especiales con el cometido de asesorar a Validos y Consejeros proponiéndoles medios adecuados para situaciones concretas. En tiempos del Conde-Duque de Olivares llegaron a funcionar numerosas Juntas como la de Ejecución, de Armas, de Media Anata, del Papel Sellado, de Millones, de Presidios, etc.

 
II – ECONOMÍA Y HACIENDA CON LOS AUSTRIAS

Los ingresos de la Corona no variaron en su composición con respecto al reinado de los Reyes Católicos. Entre los ingresos ordinarios se distinguían distintos tipos de rentas como los impuestos directos; impuestos indirectos sobre la compra-venta; aduanas e impuestos sobre el tránsito de mercancías o la producción artesanal; así como rentas de origen eclesiástico como la Bula de Cruzada o las Tercias Reales. Por otro lado los ingresos extraordinarios estaban sustentados  básicamente por el Servicio que debían aprobar las Cortes.
Una de las primeras tareas que debió afrontar Carlos I fue la organización financiera. Aumentó notablemente la carga fiscal, especialmente la Alcabala, un impuesto indirecto sobre las ventas que se convirtió en una cuota fija que debían pagar cada ciudad o aldea; creó en 1523 el Consejo de Hacienda, con Francisco de los Cobos al frente, con el objetivo de controlar los ingresos y gastos anuales; y  también potenció la importación de remesas de oro y plata americana que alcanzaron los niveles máximos durante el reinado de Felipe II.

Debido a la guerra exterior los ingresos no alcanzaron las exorbitantes cifras del gasto y Carlos I no pudo frenar el derrumbamiento económico y financiero, por lo que debió acudir a la obtención de más recursos extraordinarios mediante préstamos de banqueros. Carlos I prefirió siempre el concurso de los banqueros alemanes (Fugger y Welser), mientras que Felipe II acudió a la banca genovesa (Centurione, Fiesco ó Spínola). Para poder hacer frente al pago de los préstamos la deuda se asignaba a las fuentes de ingreso o impuestos ordinarios, que fueron retenidos por los prestamistas, recibiendo el tesoro el saldo que sobrara tras hacer frente a esos pagos, de modo que cada vez eran menos los impuestos directos en manos del rey. Las numerosas campañas militares de los años cuarenta del s.XVI hicieron que los gastos fuesen muy superiores a los ingresos, y que los banqueros no pudiesen dar créditos al estar la mayor parte de los ingresos de la Corona vendidos o empeñados hasta 1550. Reflejo de esta situación es la correspondencia mantenida en 1545 entre Carlos I y su hijo Felipe, regente de España, quien le comunica que todos los ingresos se hallaban absorbidos por la deuda.

            Durante el reinado de Felipe II (1556-1598) se agravó el déficit a la sombra de las exigencias de los banqueros genoveses, y en 1560 la Monarquía vive un tremendo drama financiero con una deuda que ascendía a los 5 millones de ducados. Ante esta situación Felipe II propuso a las Cortes la creación de nuevos impuestos para alimentar el tesoro. En 1571 se crea el Excusado, un diezmo de cada parroquia que quedaba excusado de pasar a la Iglesia y se entregaba al Estado, y en 1588 se creó el Servicio de Millones, un impuesto que abarcaba a todos los estratos sociales.

            Ya en 1558 el contador Luis Ortiz en su famoso “Memorial”, avisó de los peligros de una economía meramente monetaria, no fundada sobre una agricultura y una industria prósperas, pero lo cierto es que desde los años ochenta el mercado y la Hacienda española aguantaban peor la presión económica y generaba un déficit crónico.

            Durante el reinado de los Asturias Menores en el s.XVII la crisis se agudiza. Aumentó la despoblación de grandes áreas por efecto de la hambruna, epidemias, y por la huída de la población ante el exceso fiscal y la presión de los señores sobre las tierras. También decayó la agricultura y el comercio; se arruinó la industria, cuyas carencias tecnológicas y alto coste productivo le restaban competitividad ante las manufacturas extranjeras; y decayó la importación de las remesas de plata, que no llegaban de manera tan abundante y regular como en el reinado de Felipe II. El erario real aún gastaba más de lo que ingresaba, pero no solo por la política exterior sino también por el aumento del gasto de personal de la Corte que, durante los reinados de los Austrias Menores, se hallaban inmersas en el lujo, las fiestas palaciegas y el derroche.

            A lo largo del s.XVII no faltaron ARBITRISTAS lúcidos, con formación en economía, que se enfrentaron a los problemas del país, estudiaron sus causas y ofrecieron soluciones. Realizaron un gran esfuerzo por mejorar el estado general de la economía y por resolver los problemas concretos por los que atravesó la monarquía, básicamente el descenso demográfico, la crisis de la agricultura, y los efectos negativos de la posesión del Imperio. Los arbitristas iniciaron el proceso de tránsito de una cultura fuertemente influida por la cosmovisión confesional católica y providencialista, hacia una cultura propia de la modernidad racional. Sin embargo los remedios que propusieron aún carecieron de oportunidad debido al predominio de la formación teológica y jurista en gran parte de los cuadros de la administración central.
Entre estos arbitristas podemos destacar a González de Cellorigo y su “Memorial” (1600); Sancho de Moncada y su discurso sobre la “Restauración Política de España” (1619); ó Miguel Caxa de Leruela y su “Restauración de la abundancia de España” (1613).

A finales del s.XVII se dejaron ver algunos signos de la reactivación económica del s.XVIII. En 1680 parece observarse una recuperación, sobre todo en Cataluña, con la extensión de la viticultura, la renovación de las industrias de la lana, seda, piel e hierro, el auge de la construcción naval, y el aumento de algunas exportaciones. En este sentido fueron importantes las reformas políticas y económicas emprendidas por don Juan José de Austria y por el Conde de Oropesa, validos durante el reinado de Carlos II (1665-1700). Trataron de sanear la administración y la hacienda, reformaron el sistema fiscal, e impulsaron el comercio y la industria con la creación en 1679 de la Real y General Junta de Comercio.



 TRABAJO REALIZADO POR: Antonio Manuel Leal Madroñal

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