martes, 25 de octubre de 2011

"Moniatos", racionamiento y estraperlo









Cuando el general Franco anunció, a principio de abril de 1939, el fin de la guerra que le condujo al poder y al comienzo de su larga dictadura, comenzaba también en España un difícil período.


Franco en su inicial proceso de radicalización doctrinal, deseaba demostrar que el nuevo régimen no necesitaba de otros países. Consecuencia de ello fue la escasez y la necesidad de racionamiento de la mayor parte de los productos básicos.


El modelo autárquico se fundamentaba en el propósito de la autosuficiencia debido al colapso que sufrió el comercio después de la guerra, momento complicado en que España necesitaba importar cinco veces más de trigo, además de petróleo, caucho, maquinaría industrial y vehículos de motor, abonos, materiales eléctrico, etc. , importaciones cuyas dificultades aumentaron con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y por el sistema político impuesto, que marginó a España de buena parte de sus anteriores relaciones internacionales.


La política también supuso la suspensión de libertades en la economía, mediante un intervencionismo tenaz, política con la que, se favoreció a los grupos financieros oligárquicos, ya desde 1936, recibieron la primera garantía para sus negocios, el status quo bancario, que permitió la expansión indefinida de los grandes bancos mediante la prohibición de crear nuevas entidades bancarias.


La autarquía significo una regresión total respecto de las transformaciones estructurales planteadas en los años treinta (reforma agraria, autonomías regionales, sindicalismo libre etc.) al tiempo que se posibilitó la acumulación capitalista merced a tasa de plusvalías, logradas por la sincronización de precios altos y salarios bajos durante el prolongado período de estancamiento, con las clases trabajadoras debatiéndose entre la represión y el paro.


Con objeto de evitar una hambruna generalizada, garantizando un mínimo de suministro alimenticio a la población, la dictadura implantó un régimen de racionamiento para las subsistencias imprescindibles. Para resolver los primeros apuros en el abastecimiento de alimentos se creó, en marzo de 1939, la Comisaría General de Abastecimiento y Transportes, organismo encargado de controlar los productos alimentario, su distribución y consumo a través de su racionamiento.


El racionamiento se estableció en todo el territorio nacional a los cuarenta y cuatro días de terminar la Guerra Civil, y meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, acontecimiento con el que algunos historiadores, incluso recientemente, han querido disculpar la política franquista.


La medida trató de justificarse apoyándose en la escasez de alimentos y se entendió como un mecanismo que garantizaba el mínimo preciso para la supervivencia, convirtiendo al “Estado protector” en el único garante del abastecimiento de la población.


La asignación de raciones a la población se efectuó con la colaboración de los almacenista y pequeños comerciantes a través de una complicada trama ideada por la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, los jueves, los comerciantes recibían la cantidad necesaria de productos que habían de repartir a las personas inscritas en su tienda; se publicaban en la Prensa local los artículos y el precio de los mismo. Para poder ejecutar el proceso se creó la denominada Cartilla de Racionamiento, un documento individual o familiar, que estuvo en vigor de4 de junio de 1939 hasta 1952.


Durante ese período surgió en España una fórmula que permitió a muchos acceder a raciones de alimentos superiores a las determinadas por las cartillas, y a unos pocos un enriquecimiento fácil y fraudulento, ya que, pese a la implantación oficial de un sistema, aparentemente rígido , de control, pronto se estableció un mecanismo “subterráneo” de distribución de recursos que recibió el nombre de “estraperlo”: un mercado no controlado en el que alimentos, materias primas o productos manufacturados, todo lo que pudiera tener valor en una economía desabastecida, evitaba los mecanismos comerciales oficiales y surtían a consumidores capacitados para pagar los precios del mercado negro, en beneficio de los especuladores, convertidos en “nuevos ricos”, gracias a apoyos en la Administración y en los organismos de intervención, haciendo la vista gorda ante la posibilidad de participar en el reparto de ganancias.


El mercado negro favoreció la escasez y también sirvió para tejer y fortalecer redes de corrupción y cohecho que perduraron mucho después de los años cincuenta.


El estraperlo y el mercado negro también servía de coartada al Régimen, que podía culpar del desabastecimiento al carácter desaprensivo de unos pocos, evitando de esa forma que se plantearan preguntas sobre la política económica franquista.


La política económica de la posguerra se basaba en la autarquía. Este modelo de economía cerrada, ha sido utilizado en otros momentos de la historia económica de la humanidad, como una necesidad militar o política, a fin de asegurar la protección del grupo frente a invasores a peligros extranjeros, o para evitar la subordinación a economías extranjeras. La causa real de la implantación de esta política, no se debe estrictamente a una situación de crisis mundial, sino que surge por motivos de tipo ideológico, principios que perseguían igualmente Alemania e Italia.


Los rasgos que caracteriza la política económica de los años cuarenta en España, son el control de los precios y el monopolio de la venta al Estado. El racionamiento estaba regulado por abundante normativa; con estas medidas no se consiguieron los objetivos perseguidos, debido en parte a la inexistencia de una organización administrativa eficaz.


Los trámites a los que estaba sujeto el mercado de productos, crearon no obstante corrupción, ya que favorecían la concesión de licencias de importación y de venta y por tanto de divisas. Ciertos sectores se enriquecieron gracias a esto.


En verdad el estraperlo se inició como un juego fraudulento, y con el paso del tiempo y la pérdida de las condiciones de subsistencia de la población, que se ampliaron más allá del periodo que normalmente se utiliza en la reconstrucción económica tras una guerra, se convirtió en una forma de supervivencia.


El estraperlo se caracterizaba por la venta clandestina de productos de primera necesidad: esencialmente alimento pero también otros bienes y servicios sujetos a una tasa o reglamentación. Pero el mercado oculto puede incluir bienes necesarios, bienes que consecuentemente, se vendían con un sobreprecio.


La consolidación de esta vía económica se debió, al largo periodo de escasez y reglamentación que vivió España de la posguerra, pero también a que ésta era una vía de abastecimiento de las familias, una posibilidad imprescindible para las economías domésticas; se trataba de una economía protoindustrial familiar.


El Estraperlo fue la respuesta a una situación política y económica; pero también una respuesta vital y social, para superar las dificultades en el abastecimiento y la falta de los bienes más necesarios.


A mediados de los cincuentas la venta de productos seguía dándose, y aunque era previsible su desaparición, se recurría también a esta vía económica.


Los trabajos marginales del grupo familiar, son el único sostén económico, en un Estado que no es realista o sensible respecto a la dificultad económica de los familiares para sobrevivir.

Las cartillas terminaron convirtiéndose en una excusa del régimen para el agradecimiento servil de una población, que a afectos de la contienda, estimaba no tener derecho a nada.


El franquismo supuso un empeoramiento de las condiciones de la vida cotidiana de los asalariados, en lo que respecta a las condiciones laborales, que se consiguió en la época de la republica.


En la provincia de Cádiz se hace sentir la falta de estructuración de la política económica, el estancamiento económico y la falta de poder adquisitivo junto a la hambruna generalizada de los cuarenta.


La deficiente actividad industrial, especialmente la ralentización del trabajo en los astilleros, las salinas y el puerto sufren una situación de aletargamiento.


En cuanto a la propiedad de la tierra, el proceso de colonización iniciado en los cuarenta, se intensificó en la década siguiente en Cádiz, se destaca la de tierra de secano.


Las circunstancias se complican en Cádiz, en agosto de 1947, Cádiz sufre una explosión que agrava aún más si cabe la difícil situación de estos momentos, la ciudadanía espera un plan de ayuda, con verdadera desesperación.


El racionamiento fue en un principio familiar y luego individual. Para poder adquirir los artículos sería imprescindible tener la cartilla de racionamiento. Se clasificaban además en tres tipos: la primera, la segunda y la tercera que correspondía a sectores de mayor a menor poder adquisitivo. Habría un aporte especial de suplementos de cupones para quienes por su trabajo (principalmente mineros), la venta se hacía en economatos.


Llega a tal punto la escasez, que 1941 la Dirección Técnica de Recursos y Distribuciones establece la intervención de los boniatos, creando las centrales reguladoras para dirigir la producción según el consumo. En este caso, la producción sobrante de Baleares, se dirigiría a Cádiz.


Las tareas de vigilancia sobre la recogida de cosechas y la obtención y distribución de recursos, se organizaron sobre la clasificación del territorio nacional en diez Zonas de Abastecimiento, recogida cada una por un Comisario de recursos. En la clasificación en zonas de Abastecimiento Cádiz era la segunda zona, junto a las provincias de Badajoz, Sevilla, Huelva y Córdoba.


En estas condiciones, sería milagroso en las familias, no tener que recurrir al mercado negro para proveerse de alimentos básicos. Los años 1941 y 1946 fueron de los peores en lo que a escasez de alimentos se refiere y provocaron entre los ciudadanos una búsqueda desesperada de soluciones para subsistir.


El mercado negro de productos se realizaba principalmente en materias primas de consumo familiar. Las familias se mantenían gracias a las mercancías aportadas por las mujeres que componían esas unidades familiares. Los maridos por su parte aportaban también recursos y ayuda, pero en cuanto a las aportaciones materiales (de mayor cuantía que las monetarias), todos los miembros colaboraban con este tipo de aportaciones.


La localización del estraperlo, no es posible establecer un mapa de redes de actividades relacionadas con el estraperlo. Si existían lugares de intercambio y venta. La referencia se sitúa en zonas de: Zahara, Barbate, Vejer y Conil; algunos sitios en Cádiz: el Balón, la calle Solano, calle Arboli; Segunda Aguada; el Barquito de Rota y otros lugares imprecisos en Rota.


Los tipos de estraperlo. Se sugiere por tanto una clasificación de actuaciones diferentes, o de tipologías, expresadas por combinaciones de palabras:


Modo:

MODO

Estraperlo 1

Genérico y de Género

Estraperlo tipo 2

Individual

ESTRATEGIA

Subsistencia

(productos alimentarios)

Lucro (estraperlo)

MEDIO

Sobrevivencia

Especulación (usura)

EFECTO

Conservación

(mantenimiento)

Extinción (cambio)

FORMA

Estabilidad

Robos, canjeo

Supervivencia Acaparación y acumulación

CUALIDAD

Resistencia (aguante)

Mejora importante de la calidad de vida


A través de las autobiografías se describe la situación del colectivo. Muchas narraciones describen la situación que se vivía en Cádiz.


En esta descripción se relata cómo se vivía en Cádiz:


“Antes esto era una miseria igual que los negritos estuvimos nosotros en los años treinta y una mancha de año! Aquí no había nada. Cuando se acabó la guerra fue “ a morir por Dios”. En la guerra había algo que comer todavía y no pasaban hambre los soldados, pero después fue cuando pasaron tela. Muchos peor que antes”.


Dos hermanos cuentan la escasez que sufrían:

-Nos daban unas bolas de maíz, que eso era todo lo que comíamos. No había comida ninguna. Ni dinero ni comida.


-Después nos daban chocolate, cuando el chocolate lo teníamos, nadie se lo comía, pero el chocolate desaparecía.


-era lo que había. Después nos daban unas habichuelas negras que había que ponerlas tres horas en agua para ponerlas tiernas y cuando levantaba la tapadera, lo que había era todo lleno de gusanos.


-El arroz era el trigo, el trigo que molía la gente. Se mojaba…


-… Y a fuerza de trancazos eso era lo que se comía. Y muchos boniatos. Eso era lo que comía. ¿Ropa?: casi ninguna.


-La gente se moría por las calles de hambre, en San Fernando. Aquí moríamos menos pero allí se morían por la calle.


-Porque se comían harina de alpiste, ¡Y no veas tu…!


-Se les hinchaba el vientre.


Una costurera tenía 15 años, cuando estallo la guerra civil:


“Nosotros no pasamos hambre, otra pobre si porque se comía hasta las cáscaras. Hubo muchísima tuberculosis, muchas enfermedades, mucha miseria de piojos y de bichos de esos, porque de los cubos de basuras, cogían las cáscaras y se la comían, nosotros no, en ese término no, nosotros comíamos aunque fuera “poleá”, pero se comía.


Se describe la situación en cuarteles y cárceles:


“Me mandaba a misa con la barriga vacía, en lugar de darme algo de comer, ¡tenía yo que ir a misa! Y después de la misa iba yo a recogerlo y me llevaba al cuartel y llevaba al mulo a su sitio. Los mulos se murieron de hambre porque les echaban algarrobas y los soldados se las comían y los mulos no tenían qué comer. Se comían unos a otros los pelos del rabo y de las crines, y se murieron de hambre. De los soldados el que no murió fue porque buscó la vida, iban por “moniatos”, por papas… o sino, se hubieron muertos la mitad de los soldados…”


“Los soldados tenían la barriga hinchada de comer bellotas y dieron la orden de cómo cogieron a un saldado comiendo bellotas, pasaría al Castillo ¡y una buena paliza…!


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