sábado, 3 de septiembre de 2011

El Ataque de Drake a Cádiz en 1587


asalto a Cádiz por los ingleses

La consecuencia en la península de la rivalidad entre Felipe II e Isabel I de Inglaterra, después del fracaso matrimonio de ambos, al que el rey fue con el deseo de afirmar el catolicismo en las islas británicas, y al que a la astuta reina, le permitió ganar tiempo para sus fines políticos y religiosos de consolidar el protestantismo en su reino.


El conocimiento por Inglaterra de la preparación por parte de España de una armada “La invencible” a la que se trató de dar una potencia artillera y un número de navíos no conocidos hasta entonces en ninguna expedición naval.


El arrojo, valentía y experiencia de Francis Drake, le llevaron a ser designado almirante de una expedición que atacaría los puertos de España, para conocer el potencial de nuestra marina en orden a la mencionada expedición, y si podían conseguir por un lado atacar y debilitar nuestras flotas y por otro apoderarse de las mercancías y los tesoros que constituían la base del comercio indiano.


El ataque a Cádiz tuvo lugar en la tarde del 29 de abril de 1587, las advertencias hechas al rey por nuestro embajador en París, el 19 del mismo mes y año, de la concentración en la isla de Wight de una poderosa armada británica, oscilar entre 26 y 30 embarcaciones de distintos tonelajes y características.


La comunicación del embajador no llegó a tiempo, y la armada inglesa encontró a la ciudad en la máxima inadvertencia y falta de defensa y protección, ante el ataque que se le avecindaba.


La reacción de la población gaditana, ante la sorpresa, fue la del desorden y la desorganización. Unos huyeron hacia el interior, otros se refugiaron en el Castillo Viejo, otros se aprestaron a la defensa con los escasos en inadecuados medios con que contaban para ello (el baluarte de San Felipe, el Benavides y los castillos del Puntal y Matagorda), al propio tiempo que las torres vigías anunciaban a lo largo de la costa la presencia del enemigo.


La armada de Drake, cautelosamente, no intentó poner pie en tierra, pero sí destruir alrededor de 20 navíos españoles fondeados en la bahía, cargados con mercadería, abastecimientos, municiones, etc. Y esto ante la imposibilidad de capturarlos, no obstante la escasísima resistencia encontrada por parte de un galeón de guerra español y 8 galeras, que fueron abatidos por la superioridad numérica, las pérdidas humana fueron inapreciable y el botín conseguido nulo.


El principal objetivo de esta empresa era, conocer el potencial peninsular, que descubrieron era muy exiguo y sirvió para conjurar y retrasar el riesgo del ataque español que tuvo que ser aplazado hasta 1588, dando tiempo a los ingleses para preparar una flota defensiva muy potente, y un ejercito de unos 80000 hombres que, unido a la falta de preparación de nuestros marineros, la pesadez de las embarcaciones, el desconocimiento de las costas y las adversas condiciones atmosféricas, hicieron fracasar a la armada española en 1588.

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