sábado, 4 de junio de 2011

Cádiz, Sur de Europa

-murallas de San Carlos al fondo Iglesia del Carmen y Baluarte de Candelaria-

Cádiz ha sido y es tierra de encuentro, lugar de paso de cuantos han surcado las rutas que desde Oriente a Occidente y del norte al sur de nuestra latitud, se han abierto a las diversas partes del mundo. No en vano es lugar confín, puerta de continentes y puerto o abrigo para las naves que hacen su ruta por aguas del Atlántico y del Mediterráneo.


Puede decirse con toda certeza que Cádiz ocupa un lugar estratégico de primer orden en el mundo, es lugar clave de las comunicaciones internacionales desde que se desarrolló la navegación con los fenicios comunicando el Mediterráneo oriental con la desembocadura del río Guadalquivir, más allá de las Columnas de Hércules, cerca de lo que se consideró en la antigüedad el Mar de las Tinieblas, tras el cual se presuponía el fin del mundo.


A ambas márgenes del Guadalete, la región gaditana ha venido dibujándose desde la antigüedad con fronteras naturales en el río y las extensas marismas del Guadalquivir al norte y el Guadiaro por el sur.


Desde que fue con los romanos Convento Jurídico Gaditano hasta la actual demarcación como Provincia de Cádiz de Javier de Burgos (Javier de Burgos, secretario de estado de Fomento,”división territorial de España en 1833”), sus límites territoriales administrativos han variado con los cambios culturales y políticos que se han prodigado en su historia, intentando trasladar el poder y la organización política sobre el territorio en cada época, lo cual fue casi siempre causa de conflictos entre las partes, ya fueran reinos, provincias, departamentos, condados, ducados o municipios.


Los Mares de Cádiz


La costa mediterránea gaditana empieza en Sotogrande, dejando atrás la provincia de Málaga, llegando así hasta el Estrecho de Gibraltar. (Mar Mediterráneo, en la roma antigüedad conocida como “Mare Nostrum”-Nuestro Mar)


La costa atlántica empieza en las columnas de Melkart (fenicio), Heracles (griego) o Hércules para los romanos, su nombre actual procede de la invasión musulmana de la península Ibérica y significa Montaña de Tarik (Djebel Tarik = Gibraltar), en árabe se le conoce Bab el – Zakat o “Puerta de la Caridad”. Hasta la desembocadura del río Guadalquivir, (su nombre deriva del árabe al-wabir al-kabir (“río Grande”), los romanos lo llamaron Betis) en Sanlúcar de Barrameda, llegando a tierras onubenses. (Océano Atlántico conocida en la antigüedad como el mar de las tinieblas o mar tenebroso).

Las diferencias entre el Mediterráneo y el Atlántico se reflejan en las mareas y en las corrientes que producen. Así el Mediterráneo se puede decir que no tiene mareas, porque mantiene constantemente su nivel de agua. Por el contrario el Atlántico varía periódicamente de nivel. Esto origina las mareas.


A observar los niveles que alcanza la marea en la fachada atlántica de la provincia, se observa que en Cádiz la pleamar llega a 3,60m (marea viva) y a 2,40m (marea muerta). En Canal los valores son 3,40m y 2,40m respectivamente. En Cabo de la Plata 2,40m y 1,60m. En Tarifa 1,80. y 1,10m. la disminuciones en la amplitud de marea viva entre Cádiz y Algeciras es de 2,50m.


En las proximidades de la costa, se produce una corriente hacia el este en marea medía subiendo y hacia el Oeste en marea medía bajando, originándose un retraso de tres horas entre el momento de cambio de marea en el centro del Estrecho con respecto a la costa.



Estrecho de Gibraltar



Cenit marinero de Cádiz


La proyección de Cádiz hacia el mar se produce en tres dimensiones, esencialmente, desde que los fenicios arribaron en esta tierra: la navegación, la construcción y reparaciones de buques, y la pesca; constituyendo una constantes a través del espacio u del tiempo.


Cádiz, en el siglo XIX, alcanza el punto culminante en su comunión con el mar, siendo la ciudad un buen reflejo del sumo bienestar y progreso, pese a las inquietudes políticas por los vaivenes de la misma, se supeditaba el interés de la nación, y como consecuencia, a la vista, la tragedia de nuestro retraso en relación con el empuje del resto de la Europa occidental.


Cádiz vive un poco al margen de la penuria nacional, por su situación privilegiada en una encrucijada dispuesta a rutas varias.


Los marinos de nuestra tierra se adaptan a los avances de la tecnología, pues no en balde ha culminado su preparación en la Escuela de Pilotaje de Cádiz, con mucha costa.


Al amparo del modernismo, surgen empresas navieras que hacen las rutas de Indias occidentales y del extremo Oriente, con la mayor seguridad por la consistencia de las naves; llegándose a superar el intercambio de productos. En Cádiz circula abundantemente la moneda de oro y al amparo de esta feliz circunstancia proliferan las entidades bancarias.


A la pesca se le presta menos atención que en la antigüedad, cuando los peces, como dioses, fueron ornato de sus monedas.


Pero la máxima atención gaditana se le llevó la construcción naval, consecuencia lógica para el sostenimiento de los otros dos pilares de nuestro auge marítimo. Proliferan en nuestra ciudad las empresas dedicadas a estos menesteres: talleres de fundición, herrería, cerrajerías, de planchas de cobre y de latón, de clavazón para forrar buques, y los establecimientos de efectos navales, con existencias de materiales para salvamentos de náufragos; y los astilleros constructores, en los que se carenaban toda clase de buques.

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